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Ysanne Gayet. De la isla de Wight a Areguá

Visité a Ysanne en Areguá, un pueblo tropical a orillas del lago Ypacaraí, en Paraguay, donde, después de un frondoso recorrido que inició con su migración desde Inglaterra en 1970,  dirige el Centro Cultural del Lago.

-Ysanne, qué es lo que te motiva a levantarte de la cama a la mañana?

 -Es una pregunta muy difícil, porque hay tantos problemas acá en Areguá: todos los días cuando todavía estoy en la cama ya me están llamando los que trabajan conmigo en la conservación del patrimonio y el medio ambiente para ponerme sobreaviso de las novedades y eso hace que a menudo me cueste enfrentar el día!  

Figuras de madera de los Ava Chiripá de Acaray-Mi.

Cerámica de Roque Maqueda, Ramón Rojas y Domingo Páez Ruiz Díaz de Areguá y cántaro de Gloria González de Tobatí

-Cómo fue tu acercamiento al arte?

 -A mi siempre me gustó el arte. Soy inglesa, nací en Sri Lanka en 1948, -el año de su independencia del Reino Unido- porque mi padre era militar de las fuerzas aéreas británicas y estaba en misión. Después de un tiempo en Singapore, mi hermano Christopher y yo volvimos con mi madre a Inglaterra, a la Isla de Wight; ahí pasé los primeros años de mi infancia, en la mansión de mi abuela materna, rodeada de bosques y campo. Cuando tenía 15 años me fui a Madrid para aprender castellano. Me quedé con unos amigos de mis padres que me enviaron de excursión al Prado, al Escorial, al Valle de los Caídos y a Toledo y durante Semana Santa a Salamanca, Burgos y León. Me quedé embalada con la belleza de España, su arquitectura, sus tradiciones religiosas y, de vuelta a Inglaterra, empecé a dibujar y pintar lo que me había gustado tanto.

-Cómo  llegaste a Paraguay?

 –Llegué acá porque mi padrastro y mi ex marido, que era francés, trabajaban con el algodón. Yo estaba estudiando floricultura y arte floral en el norte de Gales, nos conocimos, él me propuso matrimonio y viné acá en 1970, primero a Fernando de la Mora donde él ya estaba viviendo y donde estaba la desmontadora de algodón y después a San Lorenzo donde ya funcionaba Artesanía Sambucú, mi negocio de artesanía. En 1980 inicié ahí el Museo del barro con Carlos Colombino y Osvaldo Salerno. También alrededor de esa época, había habilitado un local de arte indígena en conjunto con la API, la Asociación de Parcialidades Indígenas de Paraguay. Mi idea era hacer de San Lorenzo un centro artístico y a la vez dar valor a los edificios antiguos de la ciudad. Ese mismo año, ya con tres hijos, me separé de mi marido. Para mantenerme, además de seguir con mi negocio de artesanía, pintaba cuadros, hacía diseño de ropa incorporando elementos del arte indígena y el ñandutí, trabajaba la hojalata (hacía candelabros, espejos etc.) y empecé a escribir: registraba todo lo que me interesaba de mi país adoptivo. Desafortunadamente, por el trabajo que tengo en el Centro Cultural del Lago actualmente , casi no tengo tiempo para pintar ni para escribir.

 Ilustración del libro infantil Cuentos del lago azul de Ysanne

El Museo del Barro funcionó en San Lorenzo durante tres años con el auspicio de los cigarrillos Benson and Hedges Gold. Cuando se terminó el auspicio Colombino y Salerno quisieron llevar al Museo a Asunción. Yo no estaba de acuerdo porque siempre tuve la idea de descentralizar la cultura llevándola fuera del capital, pero como estaba pasando por tiempos difíciles a nivel personal, no estaba en condiciones de oponer la mudanza.

El último refugio, pintura de Ysanne

–Hay algún leit motiv en tu obra?

 -Sí. La preocupación por el medio ambiente, las tradiciones y la situación de la mujer en el Paraguay: no hace tantos años, cuando el hombre se casaba con una mujer, por ley podía disponer de sus bienes, y si bien la situación ha mejorado, hay todavía mucho por hacer. Como soy inglesa, me son muy atractivas las fiestas religiosas; también me encanta ir al interior para conocer a las comunidades indígenas y la forma de vivir de la gente en general. Sin embargo, veo con tristeza que muchas tradiciones se vayan perdiendo, que, por ejemplo, se sustituyan los cántaros de barro por plástico, los hilos de caraguatá de las bolsas indígenas por hilos comprados; me asusta como se va desfigurando el patrimonio arquitectónico: hasta los cementerios han cambiado de “look”; antes los panteones y tumbas estaban pintados de rosado, celeste o verde fuerte, y eso les daba una toque popular y naif, pero hoy día están revestidos de azulejos fríos, los mismos que encuentras en un baño. Los pueblos están cambiando demasiado rápido de identidad y eso me da rabia y mucha tristeza.

Amigos del Chaco, pintura de Ysanne

-Contame de tu investigación sobre la cultura paraguaya, qué fue lo encontraste y cuáles fueron tus aportes ?

 -El acceso a los pueblos originarios no es fácil, a veces las comunidades están hartas de las ONGs y de los antropólogos. Yo tengo la suerte de haberlos visitado con personas que conocen a las distintas etnias; entonces he podido convivir y compartir con ellas, conocer sus costumbres y sus desgracias. Tengo muchos testimonios filmados de las fiestas populares y de las comunidades indígenas. Leí muchísimo y con ese bagaje y mi propia experiencia escribí varios libros y realicé documentales.

Máscaras de Prisciliano Cándida

También encontré el uso de las gallinas de ñandutí y en los años ’70 empecé a incorporarlos en túnicas de algodón. Después, al abrir el Museo del Barro en el año 1980, pedí a las mujeres ceramistas de la Compañía 21 de Julio de Tobatí que agranden sus figuras: antiguamente las figuras de barro eran más bien pequeñas y solamente utilitarias (alcancías o recipientes de agua ). Con este cambio sus piezas resultaron importantes esculturas de cerámica que hoy día están en colecciones de arte por el mundo. Virginia Yegros de Solís fue quien realizó las primeras 3 figuras de gran tamaño, y una de ellas está en el acervo del Museo del Barro.

Santos de madera de Zenón Páez de Tobatí

Los peces de madera de cedro pirograbados de los Aché y las figuras de maderas de timbó de Prisciliano Cándida de Altos son otras “sugerencias” mías. Originalmente, Prisciliano, que falleció hace unos 8 años, sólo hacia máscaras y enormes yakarés que se utilizaban durante las fiestas de camba ra’anga (fiestas enmascaradas) de Altos. A pedido mío, él talló una colección de las figuras que forman parte de las fiestas, yo doné la primera colección de esas figuras al Museo del Barro y actualmente otros artesanos de la zona de Altos siguen fabricando y vendiendo estas figuras.

Uno de los primeros peces de madera de cedro pirograbados de gran tamaño de los Aché de Puerto Barra

-Y te interesó la producción artística de alguna otra comunidad además de la Aché?

-A través de organizaciones religiosas desde los años 1970, he podido conseguir artesanía de los Lengua (Enlhet), de los Nivaklé (ambos grupos del Chaco) y de los Mbya (guaraní), pero porque tenía gente que a su vez tenía relación con ellos me resultó más fácil seguir trabajando con los Aché (Alto Paraná) y los Ayoreos (Chaco). También he realizado exposiciones de los Ava Chiripa de Acaray-mi. Lastimosamente, varios de sus mejores artesanos han fallecido y la comunidad ha vendido todo su madera a los aserraderos brasileños… una verdadera lástima.

También en el año 2015, como participante de la 1era. Bienal Internacional de Asunción, acá en Areguá, el CCDL presentó una muy buena exposición de fotógrafos, dibujantes y pintores de los pueblos originarios del Chaco, donde, entre otros, participaron Bruno Barras y Ogwa (Chamacoco) y Osvaldo Pitoe (Guarayo). Tratamos de organizar una exposición indígena por año.

Itaugua, pintura de Ysanne

-Y todo esto decantó en tu proyecto actual del Centro Cultural del Lago aquí en Areguá?

-Sí. Cuando abrimos el Museo del Barro con Carlos Colombino y Osvaldo Salerno en el año ’80 elegimos trabajar con los ceramistas de Itá y Tobatí que son dos pueblos que mantienen la tradición precolombina de elaborar sus piezas de cerámica y nos parecía de suma importancia que esa no desaparezca. Por eso no incluimos a Areguá, que tiene una alfarería más bien industrial, hecha con torno y moldes y no tiene raíces autóctonas.

Apyka (banco de madera timbó pirograbado) de los Pai Tavytera y prenda diseñada por Ysanne 

Cuando vine a Areguá y me instalé, empecé a recorrer las alfarerías: durante diez años estuve mirando sus trabajos y conociendo a los artesanos. Descubrí valores que no se ven en la calle y que merecían un mejor lugar donde exponer y hacer conocer su producción; fui comprando y sumando interesantes piezas que ya había coleccionado de años anteriores y así fue que surgió el Centro Cultural del Lago. Otro aspecto importante del centro es la promoción de la pintura del estilo naïf . En los últimos años han surgidos varios nuevos artistas. Próximamente tenemos una exposición de 10 pintores naïf : “Bosques de Esperanza”, haciendo hincapié en la descontrolada deforestación del país.

Prenda diseñada por Ysanne y figura de madera de los Ava Chiripá de Acaray-Mí

Sentís que la gente aprovecha el lugar?

 -La gente que viene de afuera sí, la gente local no tanto. Creo que la mayoría de ellos aún no han captado la verdadera intención del CCDL que es de dar una mano, fomentar nuevos talentos, darles un espacio propio.

Pintura de Benjazmín Ocampos y cerámica con técnica ahumada de Carolina Noguera de la Compañía 21 de Julio de Tobatí.

Oveja en cerámica de Gregoria Benítez de Itá

-Qué planes tenés para el futuro?

-Quiero terminar los libros que estoy escribiendo, que son registros de viajes, de fiestas patronales, editar todo el material que tengo sobre las comunidades indígenas que filmé, pero para eso necesito tranquilidad.

-Qué es lo que más te impactó de la cultura paraguaya?

 -Las mujeres: son muy luchadoras, muy guapas, la riqueza de los pueblos indígenas y su situación desesperante.

Tela diseñada por Ysanne

-Qué sensaciones tenés de cuando llegaste a Paraguay, fue en plena dictadura, verdad?

-Si, a mi no afectó porque no estaba metida en la política, pero evidentemente sé que a otra gente sí… conozco y me solidarizo con sus historias. Cuando llegué me decepcioné, porque pensé que el Paraguay o Asunción iban a ser mucho menos desarrollados. Tenía una idea como de misionera que iba a encontrar un lugar pantanoso donde se convivía con los pueblos indígenas, pero me encontré con algo bastante más civilizado! Mi vida era una fiesta tras otra fiesta…embajadas, reuniones etc., hasta que me cansé y empecé a irme al campo, a comprar muebles antiguos, traerlos a Asunción, restaurarlos y venderlos, y también abrí con una amiga uruguaya un pequeño negocio de arreglos florales. Algo tenía que hacer con mi vida y así fue que encontré, viajando por todos los rincones del país con la furgoneta de la algodonera de mi ex marido, o con mi pequeño Citröen amarillo, lo que buscaba de Paraguay y lo que después plasmé en mis pinturas.

Producción: Carolina Urresti @guaraníporá

Gracias a Ana Amorosino.

Junio de 2018.

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