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Lali Carhuavilca. Estos cantos no se aprenden, se recuerdan

Me encontré con Lali una noche en la terminal de ómnibus de San Salvador de Jujuy, y a medida que se fue acercando su sonrisa me iluminó como un fogonazo. Nos saludamos con un beso, nos sentamos a compartir una cerveza y a conversar en un barcito improvisado en el pasillo, y a los diez minutos su mezcla de candidez y fortaleza me habían conmovido. Estábamos sumergidas  en la charla cuando preguntamos el último colectivo que nos llevaba a Purmamarca se había ido sin previo anuncio. Lali mandó un S.O.S a unos amigos y tomamos otro, que si bien no entraba en el pueblo, al menos nos dejaba en el cruce. Así llegamos a una casa antiquísima de adobe pintada de rosa frente a la plaza principal del pueblo que históricamente pertenece a su familia y a la que van desde San Salvador los fines de semana. Lali me alojó ahí, ella iba y venía a la ciudad para trabajar, mientras yo deambulaba entre las calles de tierra del pueblo, un poco aturdida por mi baja presión y por la sensación extraña –acostumbrada a los horizontes eternos patagónicos- de caminar entre paredes de montañas. Rodeadas de ese paisaje hicimos esta foto entrevista.

–Lali: qué es lo que te hace salir de la cama a la mañana?

Lo primero que se me viene a la mente es la fuerza amorosa hacia el mundo, el amor a expresar todo lo que pueda, e intentar mejorar la realidad que a veces no está buena. Crear, cantar, ensayar me hacen sentir libre y son lo contrario a lo que siento cuando no estoy creando. En escena siento un estado de pasión, de juego: siento plenitud. Y el deseo de volver a ese estado, que siempre me lo imagino colectivamente ( para mi sin el otro es imposible), es lo que me motiva.

-Cómo te fuiste relacionando con la música ?

 –Fue desde chiquita. Mi familia es muy carnavalera, así que mis primeros recuerdos de la infancia son esos ritmos que viví desde pequeña en los veranos. La ceremonia a la Pachamama en Tilcara es el 1 de agosto que casualmente es mi cumpleaños, entonces los festejos siempre fueron bien distintos a los de mis hermanos: a las 12 de la noche empezaba la sahumada completamente en silencio y después íbamos a la fiesta de agradecimiento donde yo escuchaba coplear y cantar; las voces me llamaban la atención, también las que aparecían en los carnavales que eran completamente distintas a la música pop y rock que escuchaba en la ciudad. Siempre tuve el deseo de aprender eso.

-Contanos qué es el carnaval y qué es el 1 de agosto, la celebración de la Pachamama

-En el mundo andino son muy importantes los ciclos, todo es cíclico. El 1 de agosto sería el comienzo de uno, donde se prepara la tierra, se le agradece por todo lo del año anterior y se le pide que la próxima siembra sea próspera, que no haya pestes, ni mucha lluvia. Pasa el ciclo de siembra, la época seca y llega el ciclo de la cosecha, y ahí se festeja el carnaval, un sincretismo entre el mundo andino y el católico donde se celebra la imagen del diablo, una figura rebelde que se desata. Es un período de libertad donde todo se desestructura y todo se permite, se baila, se disfruta. En ambas celebraciones está presente el canto.por año en Córdoba, por eso la naturaleza vivida es fundamental en mi obra. Empecé a dibujar desde muy chico pero a los 12 años cuando descubrí el color, el empaste, la materia, decidí ser pintor: sin ninguna duda.

-Fue en esos dos rituales donde vos escuchaste esa música que te atrajo…

-Yo vivía en Jujuy capital, pero mis abuelos son de la quebrada, mi abuelo tilcareño y mi abuela de Purmamarca, entonces siempre estuve en contacto con la quebrada.

-Y cómo pasaste de oyente a intérprete?

-Los que se quedan acá en Tilcara siguen cantando, pero cuando la gente se va a la ciudad para formarse, para estudiar se olvida. Circula un discurso de negación de las raíces; “ Yo me formé, soy culto, ya no soy bruto, y no escucho ese canto de los indios”. Entonces como mi mamá y abuela se formaron dejaron de cantar y lo veían como un espectáculo que se admiraba. Pero a mi me atrajo y pensé “ eso es de acá” y me compré una cajita , ya a los 20 años. Al principio participaba de las ruedas pero no cantaba, sólo escuchaba , hasta que cuando me fui a estudiar a Tucumán vi un afiche que decía –Se invita a cantar a una rueda comunitaria con cajas, y lo vi como una oportunidad. La idea era volver a formar las comparsas que antes salían a cantar con las cajas. Yo llevé mi cajita jujeña y empezamos a aprender colectivamente cómo se canta en los distintos lugares: en Tucumán, en Salta, en Catamarca, en Jujuy, y desde ahí no paré.

-Cómo describirías las coplas?

 –Lingüísticamente la copla son 4 versos que riman, generalmente los dos primeros hablan de un tema, y en los dos segundos el grupo lo enfatiza. Si algún coplero no está de acuerdo –porque muchas veces se cantan temas políticos- no rompe, no se enoja, contesta de la misma forma, en copla, respetando el lenguaje, cómo se lo dice; entonces tenés que improvisar, ser rápido. Lo más importante de la copla es juntarse a compartir con el otro, si bien hay copleros y copleras solistas, la copla para mí es colectiva y en ronda. Es para sacar todo para afuera y que no quede nada y para rebelarte respecto de las cosas que no te gustan. No hay que cantar bien, ni como nadie, hay que cantar como uno, defender lo que uno es y despegarse de la afinación académica occidental.

 -Cómo te acercaste a la actuación?

De chiquita me gustaba el baile, pero cuando llegó el momento de decidir qué estudiar pensé en algo que me diera trabajo y plata para vivir, farmacia por ejemplo, pero si bien me gustaba la química era muy mala en matemática, entonces me decidí por lo que siempre quise hacer que es bailar, pero los mayores me decían que las bailarinas tenían que ser altas y delgadas, hasta que me llegó la información de que en Tucumán había una carrera universitaria de teatro y entonces pensé: 

-Actuando podés ser todo, voy a ir por teatro y me voy a ir de Jujuy. Ahí empecé a cursar y a actuar en teatro independiente, siempre con un interés crítico, igual que cuando canto las coplas.

-Y protagonizaste una película, verdad?

 –Al principio buscaba ser una buena actriz teatral , no me interesaba mucho el cine, hasta que surgió un casting en el que buscaban una chica con rasgos aindiados, y un montón de amigos me empezaron a reenvíar la información: ahí concienticé que tenía rasgos de india. Fue muy gracioso porque cuando el director me eligió me pidió que practicara Tai chi porque tenía para su gusto una caminata muy teatral . Por el papel que protagonicé, fue muy conmovedor ponerse en el lugar de una india a la cual la familia con la que trabaja maltrata con saña. Hablé de eso la noche del estreno: de defender el hecho de ser mujer, india y negra en este Jujuy tan macho y tan facho, que fue lo que hizo Milagro Sala, -devolvernos la dignidad-, y por eso está presa. Afortunadamente siempre pude elegir mis proyectos para que sean una bandera de resistencia.

-Y en este momento que estás haciendo?

 –Estoy dando clases de teatro en un centro para personas con discapacidad en Jujuy y estoy muy entusiasmada, porque tienen concepciones y estructuras muy antiguas y eso me propone muchos retos. También tengo un grupo de teatro con el que entrenamos, y uno de rondas de coplas con el que junto una vez por semana, sólo con el objetivo de cantar colectivamente con caja. Y siempre pienso en hacer algo para que no nos tengamos que ir a Buenos Aires a formarnos , sueño con convertir esta casa en Purmamarca en un centro cultural en donde se puedan hacer obras , residencias y traer maestros. Tengo muchos proyectos: obras y coplas con amigos.

-Siempre en colectivo?

Siempre! ( Risas).

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