Fabiana Valgiusti. Formar parte de algo
Fabiana vive en La Boca, un barrio emblemático de casas de chapa en el sur de la ciudad de Buenos Aires, que estuvo poblado de inmigrantes italianos en el siglo XIX y de pintores que se dedicaron a retratarlo en el siglo XX. La visité en su casa taller frente al Riachuelo, en la desembocadura del río de la Plata. Un primer piso del 1900 al que se llega a través de una escalera de mármol gastada por todxs los que alguna vez la atravesaron. Ella me preparó un té para contrarrestar el viento frío que soplaba desde el río y nos sentamos a conversar a la mesa rodeadas de plantas, bajo un cerramiento de vidrio y hierro oxidado, hermoso y enclenque. Mientras un par de gatos se deslizaban con embriaguez entre nuestros pies y algunos haces de luz se filtraban a través de los vidrios de colores, Fabiana me contó su recorrido, que me pareció tan particular como su lugar en el mundo.
-Qué es lo que te hace salir de la cama, lo que te motiva?
-Básicamente el amor, si una persona cumple años y la quiero me dan ganas de hacerle una linda escultura, o como es el caso de los últimos años, que unos vecinos de San Telmo quisieron hacerle un homenaje a Néstor Kirchner y me pidieron un busto de él y a partir de ahí me empezó a llamar mucha gente para pedirme homenajes, a unas maestras que habían fallecido, por ejemplo. Otro trabajo que hice fue en el puente Avellaneda, para un grupo de trabajadores y el padre Paco de la isla Maciel, que querían homenajear al padre Mugica. Que los trabajadores me lo pidieran me pareció súper importante. Eso tiene un sentido.
-O sea que el sentido está más puesto en el para quién?
-Claro, sí , también en el para qué me lo piden, por ejemplo, si lo me piden para homenajear a Carlos Menem no la haría, pero quiénes me lo piden para mi también es una motivación.
-Tenés algún recorrido y alguna antorcha que te lo ilumine?
-Hay algo que no me gusta y es la imagen del escultor solo en su taller haciendo una escultura para una muestra a la que va a ir mucha gente un día y después no va a ir nadie. Me da una tristeza eso. No quiero ser ese escultor. Siempre me gustó dibujar y todo lo que tuviera que ver con lo visual, pero la primer cosa importante que me pasó en la vida con respecto a esto fue un circo en el cual me integré en Europa, un neo circo que trabajaba con basura, que hacía grandes festivales en lugares abandonados, con esculturas, efectos especiales, tipo Mad Max. Eso tenía el sentido grupal, éramos un colectivo. Formar parte de algo tiene sentido, laburar sola en mi taller si no es para algo colectivo no lo tiene, creo que esa es la antorcha. Y siempre pienso mis obras en un lugares abiertos, en la calle, no me las imagino en lugares cerrados.
-Contame de tu experiencia en Europa en los ‘80
-Hice un intercambio cultural en la academia De Brera, en Italia, en Milán, antes había hecho acá en Buenos Aires tres años de Bellas Artes. La verdad que llegar ahí fue una gran decepción, mucha teoría y poco laburo de taller. En ese momento los talleres estaban cerrando, la academia estaba sponsoreada por una cadena de tiendas de ropa y el taller más importante era el de vidrierismo, llegué en un momento de decadencia.
-Aterrizaste a mediados de los ’80 en Milán…
-Si, en el ’84 y me quedé hasta mediados de los ’90. Como te decía, fue una gran decepción la academia, así que de a poco la dejé, me empecé a mover en los ambientes antifascistas de casas ocupadas, y dentro de los centros culturales que armábamos conocí a los Mutoid’s wasted & Co, una compañía inglesa que se instalaba en lugares abandonados. En este caso los habíamos traído a Italia, a una vieja cantera, y ahí con toda la chatarra que había y cosas que traían los vecinos, nos pasábamos meses armando esculturas. Después se hacía un gran festival, venía gente que vivía en camiones, nómades, gente que se quedaba meses. Fue la experiencia más linda que viví en Europa. Permanentemente había festivales autorganizados, por ejemplo en Holanda, en un lugar donde querían instalar una central nuclear y los holandeses lo tomaron: vos veías que la gente empezaba a llegar y se armaba como una ciudad enorme en donde había un gran despliegue de creatividad, cosas maravillosas.
-Vos mientras tanto en dónde vivías?
-Yo tenía base en Milán, pero vivíamos todos en casas rodantes.
-Qué bueno que te fuiste a hacer una cosa y terminaste haciendo otra que en verdad resultó mucho más interesante, no?
-Absolutamente. Es que en verdad no fui por un deseo mío, fue más un deseo de mis padres, que me regalaron el pasaje…pero lo que estaba haciendo acá también me gustaba, estaba militando en la Federación gráfica bonaerense, me fui más por un mandato familiar y después terminé por otro lado.
-Es que había algo también del mandato social, del artista que tenía que hacer la experiencia del viaje a Europa, no? Muy de principios del siglo XX. Si, claro.Y finalmente cuánto tiempo te quedaste? Qué otras cosas hiciste?
-Me quedé más o menos once años. Trabajé en psiquiatría también, en el plan Vasalla de descomialización, sobre todo viví en casas ocupadas y participé de centro culturales autogestivos, eso me mantuvo ahí todo ese tiempo. Eran organizaciones por donde pasaba todo, lo cultural, lo político: ocupar casas, crear centros culturales, movernos por Europa permanentemente. Íbamos mucho a los países bajos , a Berlín, a Europa del este, formábamos parte del movimiento antifascista.
-Cómo decidiste volver y en qué año?
Durante todo el tiempo que estuve allá jamás pensé en quedarme. De hecho cuando decidí volver me traje todo en un container y quemé las naves. Eso fue en el ’95…a mediados de los noventa, y me parece que fue en el peor momento de la Argentina, porque en los ’80 acá pasaron muchas cosas súper interesantes: el Parakultural, Mediomundo varieté, y los ’90 fueron una tristeza. Igual lo que viví allá en esa época, que en ese momento fue algo muy marginal dentro de lo que es la cultura europea, ya no existe más, éramos una minoría.
-Actualmente dónde estás trabajando?
-En un penal de menores, cuando entré ahí fue seguir laburando en la cuestión creativa con los pibes y me aboqué de lleno a eso, toda mi líbido estaba puesta ahí. Tratando de entender y de hacer cosas que tuvieran sentido ahí adentro. Al principio fue como hacer una gran obra de arte.
-Qué encontraste ahí que te dio el sentido?
La respuesta de los pibes, que siempre es un desafío, porque siempre tenés una respuesta más interesante de la que pensabas. Hago radio con los ellos, también introduje el yoga, que tuvo un gran impacto e incluso modificó la relación con los guardias, y una cosa interesante que salió es el rap, hacen cosas maravillosas. Pero en este momento estoy cerrando esta etapa de volcar mi creatividad ahí, estoy un poco vencida por la institución y cansada del encierro…
-Qué te imaginás haciendo después?
-Me compré un terreno en el medio de la selva, en Misiones, en un paraje en el arroyo Paraíso, entre el Moconá y el Soberbio, es la biósfera del Yabotí, el último lugar a donde llegaron los colonos y donde empieza la selva virgen, ahí me estoy construyendo una casa y me quiero hacer un tallercito para trabajar. Me imagino haciendo algo respecto de la naturaleza, cultivando la caña, que es un material que me encanta, con la idea de investigarla y hacer cosas con ella. Pero además es un lugar que me gusta por el entorno social, me encantan e hice un buen lazo con los colonos, que son descendientes de rusos, de polacos, también hay gente que vino de afuera y que quiere hace un centro de actividades creativas para los pibes, la idea no es meter la cabeza debajo de la tierra y olvidarme del mundo.
