Nicolás Trombetta. Las palabras hacen agua
Para él es lo más natural del mundo, se mueve por debajo del agua como si estuviera en la superficie. Estoy en el Silvio, un hotel de 80 años frente al mar que comparte con su familia, pero en el que ahora, fuera de temporada, está solo. Nico camina de un lado para otro en el gran salón comedor de los años ‘70, alrededor de una montaña de mesas de madera apiladas que en verano se disponen para recibir a los turistas y que ahora forman una gran escultura. Va llevando y trayendo ramas entre caracoles y fotos con la concentración de quien está reparando un submarino: me veo tentada de golpearle con suavidad el hombro y preguntarle si vio los ventanales enormes erosionados por el viento y la sal que hay a sus espaldas por los que se asoma el rugido del mar, pero no quiero sacarlo de su trance. Más tarde, cuando empieza a caer el sol, me lleva de paseo a unas dunas a unos minutos en auto del hotel, y mientras caminamos con el viento que sopla del atlántico empujándonos el pecho, me da detalles pormenorizados del paisaje como quien muestra los ambientes de su departamento y las refacciones que le hizo: la manera en la que pega la luz en la superficie en ésta y otras épocas del año, cómo se va moviendo el terreno…Lejos de pasarme desapercibida, siento frente a la naturaleza -como tantas otras personas- una sensación de asombro que por momentos me deja pasmada. Pero pareciera que él no está frente a la naturaleza, sino entablando una relación de difícil traducción con palabras, poro a poro con la arena.
Hace ya muchos años, cuando tenía 20, Nico empezó a retratar a lxs turistas que venían al hotel a sacarse el polvo de la ciudad en el mar. Ya todxs sabemos lo que significa el verano: un momento en el que la vida cotidiana se pone en pausa, y si en el mejor de los casos nos vamos de vacaciones, la posibilidad de jugar a ser otrxs. Como alguien una vez, sabiamente, me dijo, una cosa es el verano y otra cosa es la vida. Nico fotografió a esas personas durante el breve periodo en el que rituales aparentemente simples como jugar a las cartas, enterrarse en la arena o caminar por la playa, nos sacan de nuestro rol cotidiano asumido sin tiempo ni lugar para la duda. Con esos retratos él se subió a una ola con la que Marcos López y Alberto Goldestein habían irrumpido en los foto clubes con su color y desparpajo: pero no se detuvo en la rompiente colorida del verano, nadó y pasó del otro lado.
Flotando sobre esa superficie serena donde el murmullo de la costa queda de fondo y hay tiempo para la introspección, empezó a crear y a encarnar él mismo personajes en la naturaleza que hablan de esa relación que conoce y enuncia con la contundencia que a veces logran las imágenes cuando las palabras hacen agua.
Sus hombres nube posaron durante un tiempo en la costa bonaerense, en la cordillera, en la Bretaña, hasta que recalaron en la Antártida. Nico relata ese viaje y yo lo escucho un poco azorada como se escucha a quien buceó en las profundidades y vuelve a la superficie con un tesoro. Si a cada cual le corresponde una experiencia, no se me ocurre una más propicia para él que ésa. Y mientras recuerdo alguna vez haber estado entre miles de extasiadxs transpirando frente al gran escenario de un estadio, pienso: para los fans será la música de una banda de rock y para Nico, quizás, la comunión con la naturaleza.
S/T de la serie Pasajes 2021
-Nico, qué hace que te levantes de la cama?
–Salir de ese lugar de ensueño y ver el agua: si está nublado, si ya salió el sol o le falta… Duermo con la ventana que da al mar siempre abierta y lo primero que hago es ir a verlo en movimiento, ver las nubes, escuchar el sonido y esa intensidad que me despierta. Cuando me asomo me pregunto qué va a pasar, qué tengo por resolver, cómo puedo convivir con ese día de la mejor manera. Soy muy agradecido de poder vivir acá, en un lugar con tanta naturaleza, tan a pleno, cada día es una aventura y trato de vivirla de la mejor forma posible.
-¿Cómo fue tu acercamiento al arte?
De chico me acuerdo que mi viejo nos llevaba a mi y a mi hermano al Museo de Bellas Artes y a ciertos espacios culturales. Siempre me gustaron los museos, más esos museos clásicos. Por otra parte veía a mi hermano en su juego imaginario, su juego creativo, dibujando superhéroes o caricaturas de esa época y eso me parecía fascinante. Ahora cuando veo a mi hijo que está desplazándose un poco hacia lo que hacía mi hermano me quedo mirándolo, disfrutando de ver como viaja en esos trazos que hace y que yo no lograba hacer. Nunca tuve un buen vínculo técnico con mi mano, no me correspondió el lápiz y el pincel, pero sí quizás los ojos, la mirada. Cuando terminé la secundaria estuve un par de años en un conservatorio de música, en el Centro Cultural San Martín. Ahí hice un poco de canto y toqué un poco el bandoneón, pero muy poco.
-¿En tu familia nadie se dedicaba al arte?
No. No, no que yo sepa. Bueno, mi viejo siempre fue un poco curioso de la vida, un tipo que ha viajado mucho siendo humilde, que siempre se interesó por ver, por leer, por salir, por conocer algo más. Un tipo que no era tanto de la casa sino de estar andando, practicando deporte, yendo al cine, a comer afuera, y muy pegado a la naturaleza. Creo que de alguna manera esa cosa del salir, de estar alrededor de la naturaleza, la heredé de él.
-¿Y cómo fueron tus primeros pasos con la fotografía?
Ya de pequeño pasaba mucho tiempo en el agua nadando o surfeando, en Mar de Ajó, donde siempre pasaba los veranos y donde ahora vivo. Podía estar ahí 3, 4 horas, disfrutaba un montón. De ahí me quedó la idea de hacer fotografía de surf, que además veía a través de una revista que me fascinaba. Cuando tenía 13, 14 años me imaginaba que podía aprender fotografía y trabajar como fotógrafo de surf viajando por el mundo… Esas fantasías idílicas de conocer lugares y playas muy adolescente, pero también esa cosa del viaje, de la naturaleza. Entonces me puse a estudiar fotografía, estudié en la Escuela Panamericana de Arte un año, eso estuvo re lindo y aprendí un montón, después fui dos años más a la Escuela de Avellaneda, ahí aprendí bastante…la pasábamos bien. Empecé a buscar laburo y el primero que agarré fue a través de un aviso en el diario: fotografiar bebés. En ese momento se los fotografiaba con distintas caritas y se hacían souvenirs que se le regalaban a la familia. Yo iba con la camarita que tenía en ese momento, una muy simple con un lente normal, recorría los barrios de la capital y de la provincia tocando la puerta a lugares que habían pedido fotografiar a su bebé y me metía en esas casas… Me pagaban dos pesos pero lo que me gustaba era andar por los barrios, por la calle, por los cerezos, y entrar a esas casas: eran otros mundos. Había gente de todo tipo, gente humilde, gente de clase media, algunos de clase media alta, y de alguna manera eso me permitió ver Buenos Aires desde ahí.
S/T de la serie Ser nube 2006
Después empecé a fotografiar deporte, un poco con esa impronta que me había llevado del surf; trabajé en una revista especializada en eso y ahí se fue abriendo un mundo. Entré en diarios y en revistas, en la revista Humor, donde aprendí un montón con Gonzalo Martínez, que es mi amigazo y mi maestro: alguien que me enseñó mucho y que me dio seguridad y me ayudó a salir a la calle. Había que revelar blanco y negro y copiarlo.También veíamos buena fotografía, obviamente a los grandes maestros, y eso empezó a expandir mi mundo fotográfico. De ahí fui a otros medios, pero Humor fue como una escuelita. Yo ya venía con un bagaje, y después de pasar bastantes años trabajando como reportero gráfico aprendí un montón de técnica y a solucionar situaciones, a ver, a acercarme más a ver la luz.
-Cómo empezaste a trabajar en tu obra personal?
Mi obra personal se empezó a desarrollar en Mar de Ajó, y los primeros pasos fueron fotos a turistas de una manera muy colorida, retratos de gente veraneante feliz en la playa: muy bronceados, en el agua, con esa cosa de la vacación que te trae alegría, escape, ese ser otro por un rato, por un tiempo, el olvidarse un poco… Después fui desarrollando otras series, como Lugar habitante. Al principio los retratos eran más objetivos, estaba claro que quería de alguna manera rescatar la identidad de esa persona en ese momento, más adelante me volqué a un lugar más onírico o más metafísico, con una mirada más primordial, donde el personaje parecía que iba perdiendo la identidad, se iba fundiendo con los espacios naturales: bosques, médanos, y empezaba a jugar un papel más corrido de su identidad social. Si bien fue mutando, es ahí en donde sigo ahondando.
-¿Cuáles sentís que son tus influencias?
Me gusta el cine de Tarkovski y Herzog, en donde la naturaleza está muy presente, o el de David Lynch, que es más psicológico, más cruzado, más extraño. Después los clásicos de la pintura, me gusta El Bosco, Goya, la época de la irrupción del impresionismo y el descubrimiento de la fotografía. También me acuerdo de haber leído de adolescente las cartas que se escribía Vincent Van Gogh con su hermano Theo, eso también fue muy potente …
– ¿Algún otro libro que recuerdes que te haya marcado de adolescente?
De adolescente leía lo clásico, Germann Hesse, que de hecho volví a leer ahora un poco y me pareció de nuevo fascinante.
-¿En qué estás laburando ahora? ¿Cómo te imaginás que seguiría tu obra
Habiendo trabajado en todas las series con personajes: vestidos, desnudos, como sea, me pasó que después de la pandemia me dieron ganas de quitar el personaje y trabajar sobre paisajes… Crear ventanas hacia ese paisaje, como recortes. En las fotos que estoy haciendo ahora hay algo de detenimiento, por ejemplo de la arena volando o de destellos de agua, olas congeladas. Me parece que mi intención es quitar lo humano, que no aparezca y recrear un paisaje, pero para poder hacer que ese paisaje funcione y te atraiga necesito quebrar algo o poner algo propio, y en eso estoy, con esos movimientos de arenas, de aguas…
-¿Qué buscas en esos paisajes? Si es que buscas algo.
Poder detener la mirada y que no sea un paisaje más, sino que a través de cierto quiebre de lo que estamos viendo la mirada se sumerja ahí…Pero a veces me pregunto -¿Cuál sería la forma de atraer la mirada hacia un paisaje ya habiendo visto tantos y tan hermosos?
– Claro, yo le tengo mucho respeto al paisaje, es como que decís -¿Qué voy a decir yo sobre esto?
Bueno, exactamente, es eso, y además uno en realidad siente el paisaje en la vivencia, lo ve con todo el cuerpo…
– Y en ese caso la fotografía se queda corta, no?
Viste? Sí, la fotografía no es estar ahí, mirando ese sol, esa montaña, esa ciudad, pero sí me parece que tiene algo muy particular y es que al detener lo que nosotros vemos pasar fluidamente puede generar un corte y permitirte quedarte mirando lo que quizás pasó desapercibido o lo que está en el inconsciente: ese destello de agua, esa arena que se mueve que si no estuviera detenida pasaría de largo. No sé si al final me interesa tanto la fotografía como estar haciéndola, la vivencia corporal de ese estado. Trato de hacer la foto con todos los sentidos, con el sonido, con el pensamiento, con el tacto, es una experiencia más que una fotografía.malar.
S/T de the serie Pasajes 2021
– Contame de la experiencia de la Antártida.
Fue muy alucinante. Salir de la ciudad de Buenos Aires, viajar en esos aviones Hércules…Llegamos a la base Frei, que es una base chilena y de ahí nos transportaron en helicópteros y barcos a la base Carlini, que es argentina. Un lugar muy inhóspito, con una vida animal muy intensa, donde el humano domina, pero el dominio es mucho menor que en otros lugares. Las bases funcionan como campamentos alrededor de algo muy grande y además letal. Se nota la naturaleza salvaje. Me acuerdo del cielo, de las nubes que corrían mucho más rápido de lo que estamos acostumbrados, porque no en el llano, pero arriba pasaba todo más rápido. También había algo con el tiempo, con la luz, por estar, obviamente, ubicado en otro lugar de la tierra. Llevé personajes oníricos con los que venía trabajando en Mar de Ajó, en Francia, en otros lados, y les hice una adaptación, pensando en la posibilidad de un habitante autóctono de la Antártida que no existe, porque la Antártida nunca estuvo habitada como el Artico. Es un lugar extraño y de soledad.
S/T De la serie Errantes 2016
-¿Qué sentís que te dio o que te da la fotografía?
Por un lado me hace, me conforma y me da una manera de vivir, de andar todos los días. No veo la vida sin la fotografía y aunque podría dejar de hacerla ya está tan ligada a mi…un poco me formó, viste? Me formó en la manera de caminar, de andar, me formó la mirada, el ojo, creo que me ha sensibilizado en todos los sentidos y me parece que tengo algo para dar a través de ella. Me gusta que a la gente le guste lo que hago, y si además le hago bien o le pregunto algo a través de lo que hago me interesa porque yo también me lo pregunto. La fotografía tiene eso de “no sé bien qué es”, no creo que mis fotos sean respuestas sino más que nada preguntas.
@trombetta_nicolas
Traducción: Sofía Leibovich @sofia.leibovich
Agradecimientos: Debi Fiore @debi_fiore
